Las personas solemos actuar de una forma tremendamente logica. Sólo que visto desde fuera, no se tienen todas las razones para comprender por qué el payo de enfrente hace una cosa u otra. Conocidas todas las razones, puestas sobre la mesa las características del sujeto y sumando dos más dos, se suelen obtener las consecuencias absolutamente acordes a lo que vienen siendo las causas. Pero existe una imposibilidad manifiesta de conocer absolutamente todas las razones, en absolutamente todos los momentos, así que existe lo que yo suelo llamar tengo la sensación de vivir rodeado de gilipollas.
El cuento al que viene este asunto, me ronda por algo que he ido leyendo en las redes sociales, hace un momento, antes de que Antonio llamara y entre otras cosas me preguntara por qué otomanos, y no vándalos o cartagineses. Cosas mías. Decía pues que estaba leyendo en Twitter, y leia que alguien preguntaba a otro que debíamos producir para salir de la crisis. Debemos vender los pisos vacios, construir más, o no.
Las preguntas equivocadas generan las respuestas más peligrosas, sobre todo si se llevan a término. No se trata de qué debemos producir. No se trata de qué debemos planificar. No se trata de cómo o cuándo saldremos de la crisis. Esas no son las preguntas correctas. No lo son, porque eso implica conocer todas las motivaciones, capacidades, causas al fin y al cabo de todos y cada uno de nosotros.
No es en absoluto importante producir una u otra cosa. La pregunta es, cuándo se darán las condiciones necesarias para producir, tanto da churras, que merinas, porque queridos mios, si las condiciones son idoneas para producir, los habrá que quieran churras y los habrá que merinas. Pepsi o Coca-Cola. Caro o barato. Qué importa.
Lo cierto es que no se puede responder a esas preguntas. Sólo la última tiene una respuesta. No en términos de cuándo, que en este mundo secuertrado por los partidos políticos, nunca se sabe, si no en términos de qué. O Cuáles. Las condiciones para que se produzca algo. Y una respuesta fácil, en realidad. Si tenemos en cuenta lo dicho al principio.
Si las personas actuamos de forma lógica, en base a nuestras propias razones, deberemos motivar que sea interesante producir. Producir es interesante cuando es más rentable que tener el dinero bajo la almohada. Producir es interesante cuando no te ponen trabas. Producir es interesante pues con impuestos bajos, con despido libre y barato, con pocas trabas fiscales, con facilidad de crear, sin sueldos minimos, ni convenios colectivos.
El dinero es muy miedoso, y si le ponemos problemas no fluye. Porque se está calentito en el colchón. Y no habrá producción que valga. Ni pisos que se vendan. Ni Cristo que lo fundó. No vale hacer más billetes. No vale subir impuestos. No vale la deuda. Ni valen los "derechos sociales". Ni la UE, el BCE o la ONU. Solo el libre comercio, sin chiringuitos clientelares, que hay que pagar a precio de oro. Oiga que ni puta, ni la cama. A mi me dejan en paz. Y dejan que corra el dinero. Ni firmé ningún contrato social, ni falta me hace un chulo.
Comentarios liberales desde mi imaginaria habitación en mi imaginario hotel de Estambul
lunes, 19 de noviembre de 2012
jueves, 15 de noviembre de 2012
Al día siguiente de la huelga
Podrían tildarme de interesado, de no hacer nada sin sacar nada a cambio, de tener una visión puramente instrumental de la vida. Hacer algo para sacar algo. Pero la verdad es que no me gustan los brindis al sol. No me gusta perder el tiempo. Y no me gusta pasar horas con quien no quiero. Así que cuando hago algo, lo hago por alguna razón, y solo busco compañía de quien me interesa. Y si me equivoco me voy, a la francesa, si es preciso. Tengo seguro una vida, y no pienso malgastar mi tiempo en zarandajas.
Con esta reflexión inicial, centro el teatro del asombro que me resulta cada nueva jornada de paro general. De huelga, vaya. Obviaré por evidente aquello de que llevamos muchos años cuesta abajo, y es ahora cuando cambia el gobierno de color cuando los del otro color salen a la calle. La credibilidad o la recuperación de ella. A lo que voy es a la utilidad, al uso y a las consecuencias de la causa.
Vaya por delante que el derecho al pataleo, es un derecho real, propio del ser humano. Cada uno dice por su santa boca lo que quiera, y si eso es clamar contra el estado de las cosas, adelante, no seré yo el que mande callar a nadie. Hasta aquí, nada que objetar. Pero, ¿para qué?
Recordarle a un gobierno (y otro) que rescatar bancos está mal, mientras pedimos que se gasten más dinero. Hasta donde yo sé el dinero del Estado sale de nuestros bolsillos. El mio está vacio. ¿Los tuyos? Sólo cabe la petición de reducción del Estado. Asumir que nos vienen tomando el pelo, y cambiar el paradigma. El Estado del Bienestar está muy bien como utopía. Pero esquilma nuestros bolsillos y lastra la libertad. Así que pedir más gasto, es pedirnos más gasto, y a mi no me queda un clavo chato, así que ves poniendo tu lo tuyo, que yo, ya veremos.
La otra cuestión que me viene a la mente es aquello de a que alguien beneficiará. La huelga, claro. Y concluyo que no. Una huelga es un día improductivo. Pierdes parte de tu sueldo y tu empresa parte de sus ventas. Parte que no volverá nunca, como el río de Heráclito. Por lo tanto acercas un poco más a tu empresa al abismo. Su imagen internacional, si es que exporta se ve mancillada. Y si tu empresa va mal, tu culo peligra, chato.
Así que las huelgas perjudican a los que dicen beneficiar, sirven de poco y además estas están dirigidas y orquestadas con peticiones y reclamaciones imposibles. Vaya, todo un teatro del absurdo. Ya lo dije. Sigue la lucha, majo, que vas bien. Al precipicio.
Con esta reflexión inicial, centro el teatro del asombro que me resulta cada nueva jornada de paro general. De huelga, vaya. Obviaré por evidente aquello de que llevamos muchos años cuesta abajo, y es ahora cuando cambia el gobierno de color cuando los del otro color salen a la calle. La credibilidad o la recuperación de ella. A lo que voy es a la utilidad, al uso y a las consecuencias de la causa.
Vaya por delante que el derecho al pataleo, es un derecho real, propio del ser humano. Cada uno dice por su santa boca lo que quiera, y si eso es clamar contra el estado de las cosas, adelante, no seré yo el que mande callar a nadie. Hasta aquí, nada que objetar. Pero, ¿para qué?
Recordarle a un gobierno (y otro) que rescatar bancos está mal, mientras pedimos que se gasten más dinero. Hasta donde yo sé el dinero del Estado sale de nuestros bolsillos. El mio está vacio. ¿Los tuyos? Sólo cabe la petición de reducción del Estado. Asumir que nos vienen tomando el pelo, y cambiar el paradigma. El Estado del Bienestar está muy bien como utopía. Pero esquilma nuestros bolsillos y lastra la libertad. Así que pedir más gasto, es pedirnos más gasto, y a mi no me queda un clavo chato, así que ves poniendo tu lo tuyo, que yo, ya veremos.
La otra cuestión que me viene a la mente es aquello de a que alguien beneficiará. La huelga, claro. Y concluyo que no. Una huelga es un día improductivo. Pierdes parte de tu sueldo y tu empresa parte de sus ventas. Parte que no volverá nunca, como el río de Heráclito. Por lo tanto acercas un poco más a tu empresa al abismo. Su imagen internacional, si es que exporta se ve mancillada. Y si tu empresa va mal, tu culo peligra, chato.
Así que las huelgas perjudican a los que dicen beneficiar, sirven de poco y además estas están dirigidas y orquestadas con peticiones y reclamaciones imposibles. Vaya, todo un teatro del absurdo. Ya lo dije. Sigue la lucha, majo, que vas bien. Al precipicio.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Armas de destrucción masiva
Los seres humanos somos individuos, seres únicos. Personal e intransferible. Así, no obstante, el azar evolutivo quiso que también fueramos seres sociales, como condición sine qua non para seguir poblando este pedazo de universo venido a menos, dicen los ecologetas. Por el fornicio, vaya.
Entonces, con los siglos, las culturas y los mestizajes se han ido definiendo reglas y modos de comportamiento, que de algún modo nos permiten no matarnos del todo, los unos a los otros. Y hemos llegado al mundo global. Al de la información masiva. Al de internet. Al de 7 debates políticos en la tele. Al de los periódicos que dicen exactamente lo contrario cuando cuentan exactamente los mismos hechos. Y aquí es donde hemos de desenvolvernos. Nosotros y los que vendrán después. Tengo la sensación de que dentro de unos cientos o miles de años, cuando la historia juzgue este periodo, hablarán de revolución. En las manos de todos está que sea una revolución comparable a la del desarrollo de la agricultura o a la revolcuión industrial, aunque quizá estemos en los coletazos de esta. Ya dirán los historiadores.
Divago. Centrando. Personas humanas, relacionandose all around the world. All around the clock, tonight. Necesidad de encontrar capacidades para progresar, para crecer, para procrear, para vivir en definitiva, y vivir mejor en la sociedad que nos ha tocado por turno. En esto quería centrarme, ya me la he puesto a huevo, yo solo. A ver que tal me remato.
¿Cómo afrontar el asunto? Dos armas tenemos. La primera la que nos dice como hemos de comportarnos. La segunda la que corrije los errores.
La educación es el arma primordial. La espada con la que luchamos y nos enfrentamos al mundo, a sus ciudadanos, a toda situación. Nuestra marca genética empuña nuestros conocimientos y nuestro espíritu crítico, para batirnos el cobre con aquello que nos rodea. Pero claro... que digo... después de 40 años de franquismo y 30 de particocracia con su planes de estudio, a cada cual peor, que mierda de espíritu crítico vamos a tener. Lo primero que habría que enseñar a ciertas edades es a dudar del mismo profesor. Pero es mucho más comodo creer a pies juntillas, lo que ha dicho la tele. (Y en cada canal algo distinto)
Mal vamos por este camino.
Miremos pues hacia el arma correctiva. Yo la llamo justicia. Que viene a ser asunción de responsabilidades en vernácula. El que la hace la paga y esas cosas. Miremos pues hacia el arma correctiva y echémonos a llorar, si acaso. La justicia no funciona, y eso no es nada nuevo. España, hace tiempo, que no va nada bien, tanto tiempo como los mas de 70 años, del párrafo anterior.
Y en esas andamos. No saldremos de ningún agujero mientras no seamos capaces de solucionar este embrollo. La sociedades, necesitan de estas dos armas, personas educadas con discernimiento y capacidad crítica e individual, con dudas. Los datos estan en los libros. No hay por qué saberlos. Personas que asuman su responsabilidad de motu propio o forzadas por el sistema social. Pero no. La sensación de impunidad campa a sus anchas por entre los nuestros.
No podemos crear sociedad porque no tenemos educación y no podemos corregirla porque no tenemos justicia.
Así que la ausencia de estas armas es lo que nos tiene lastrados y cogidos al fondo del hoyo. No hace falta que el Premio Nobel de la Paz vaya a buscarlas a Irán, en los próximos meses, que irá, están aquí, en España. La ausencia de educación y de justicicia son las armas de destrucción masiva con las que venimos siendo bombardeados desde hace casi un siglo. Y así está el país. Hecho un erial.
Entonces, con los siglos, las culturas y los mestizajes se han ido definiendo reglas y modos de comportamiento, que de algún modo nos permiten no matarnos del todo, los unos a los otros. Y hemos llegado al mundo global. Al de la información masiva. Al de internet. Al de 7 debates políticos en la tele. Al de los periódicos que dicen exactamente lo contrario cuando cuentan exactamente los mismos hechos. Y aquí es donde hemos de desenvolvernos. Nosotros y los que vendrán después. Tengo la sensación de que dentro de unos cientos o miles de años, cuando la historia juzgue este periodo, hablarán de revolución. En las manos de todos está que sea una revolución comparable a la del desarrollo de la agricultura o a la revolcuión industrial, aunque quizá estemos en los coletazos de esta. Ya dirán los historiadores.
Divago. Centrando. Personas humanas, relacionandose all around the world. All around the clock, tonight. Necesidad de encontrar capacidades para progresar, para crecer, para procrear, para vivir en definitiva, y vivir mejor en la sociedad que nos ha tocado por turno. En esto quería centrarme, ya me la he puesto a huevo, yo solo. A ver que tal me remato.
¿Cómo afrontar el asunto? Dos armas tenemos. La primera la que nos dice como hemos de comportarnos. La segunda la que corrije los errores.
La educación es el arma primordial. La espada con la que luchamos y nos enfrentamos al mundo, a sus ciudadanos, a toda situación. Nuestra marca genética empuña nuestros conocimientos y nuestro espíritu crítico, para batirnos el cobre con aquello que nos rodea. Pero claro... que digo... después de 40 años de franquismo y 30 de particocracia con su planes de estudio, a cada cual peor, que mierda de espíritu crítico vamos a tener. Lo primero que habría que enseñar a ciertas edades es a dudar del mismo profesor. Pero es mucho más comodo creer a pies juntillas, lo que ha dicho la tele. (Y en cada canal algo distinto)
Mal vamos por este camino.
Miremos pues hacia el arma correctiva. Yo la llamo justicia. Que viene a ser asunción de responsabilidades en vernácula. El que la hace la paga y esas cosas. Miremos pues hacia el arma correctiva y echémonos a llorar, si acaso. La justicia no funciona, y eso no es nada nuevo. España, hace tiempo, que no va nada bien, tanto tiempo como los mas de 70 años, del párrafo anterior.
Y en esas andamos. No saldremos de ningún agujero mientras no seamos capaces de solucionar este embrollo. La sociedades, necesitan de estas dos armas, personas educadas con discernimiento y capacidad crítica e individual, con dudas. Los datos estan en los libros. No hay por qué saberlos. Personas que asuman su responsabilidad de motu propio o forzadas por el sistema social. Pero no. La sensación de impunidad campa a sus anchas por entre los nuestros.
No podemos crear sociedad porque no tenemos educación y no podemos corregirla porque no tenemos justicia.
Así que la ausencia de estas armas es lo que nos tiene lastrados y cogidos al fondo del hoyo. No hace falta que el Premio Nobel de la Paz vaya a buscarlas a Irán, en los próximos meses, que irá, están aquí, en España. La ausencia de educación y de justicicia son las armas de destrucción masiva con las que venimos siendo bombardeados desde hace casi un siglo. Y así está el país. Hecho un erial.
sábado, 3 de noviembre de 2012
Vuelvo por donde solía, libre.
Hacía algunos meses que no me sentaba frente al la entrada vacía a llenar el blog de letras, juntando palabras y tratando de expresar lo que me carcomía las vísceras. Los hiperracionales como yo, necesitamos desahogar jugo biliar por algún sitio para poder seguir siendo hiperracionales, y así nuestros mecanismos de defensa funcionan cual máquina bien engrasada. Fetén.
Simplemente juntaré unas pocas palabras, para ir cogiendo hábito, vicio, más bien, no tengo yo pinta de monje. Recuperar un poco las manías de antaño. Llenar de cuando en cuando una pantalla blanca de negras letras. Negro sobre blanco pensamientos, ideas y algún trozo de mi aliento, de mis carnes o de los pelos que voy perdiendo poco a poco, por mucho que a mi madre le pese.
Y lo hago con el convencimiento de que no ha cambiado nada, y que poco cambiará lo que nos rodea. Soy optimista por naturaleza. Pero lo soy con aquello que puedo controlar. Con lo que no, solo queda mirar y quizá criticar. Alucinando de como hay gente que prefiere mantenerse bajo el yugo por una comodidad mal entendida. Mirando alrededor y sabiendo que mis ideas son las buenas. La libertad es el fin, el camino. Y debe serlo. Religiones, totalitarismos y todos los yugos y flechas de todos los tiempos la han vendido como la panacea, disfrazando su propia maldad intrínseca de eso, de libertad, engañándo a todo el que quiso creer.
La libertad es lo que nos hace humanos. Las personas nos distinguimos de los animales en la concienda de nosotros mismos. En el conocimiento de la futilidad de nuestra existencia. Los seres humanos tenemos conocimiento de quien somos. Y quienes son los demás. Esa es la raiz, de nuestra esencia. La libertad no es más que poder manejar nuestro propio ser de acuerdo a nuestro propio conocimiento.
Tomamos conciencia. Tomamos posesión. Somos libres y poseemos. Nuestro cuerpo al nacer, nuestros recuerdos al vivir. La propiedad también es parte inexcusable de nuestra esencia. Por eso no somos mandriles. Porque poseemos. Y no mucho más. Las personas no somos mucho más. Esto es ligeramente el 2% de nuestro ADN. El resto, sí, gorila, chimpancé. Pero libertad, propiedad, concienda, son el azar que nos hace distintos.
No son los derechos, inventados todos, menos uno. No es la complicadísima forma de organizarnos que hemos creado. No son las tradiciones. Ni los comportamientos sociales. Todo eso es animal. Las personas somos personas por que nos sabemos finitos. Libres para aprovechar el tiempo que tenemos y para poseer nuestros recuerdos, sean estos nostalgicos o en forma de apropiación debida.
Simplemente juntaré unas pocas palabras, para ir cogiendo hábito, vicio, más bien, no tengo yo pinta de monje. Recuperar un poco las manías de antaño. Llenar de cuando en cuando una pantalla blanca de negras letras. Negro sobre blanco pensamientos, ideas y algún trozo de mi aliento, de mis carnes o de los pelos que voy perdiendo poco a poco, por mucho que a mi madre le pese.
Y lo hago con el convencimiento de que no ha cambiado nada, y que poco cambiará lo que nos rodea. Soy optimista por naturaleza. Pero lo soy con aquello que puedo controlar. Con lo que no, solo queda mirar y quizá criticar. Alucinando de como hay gente que prefiere mantenerse bajo el yugo por una comodidad mal entendida. Mirando alrededor y sabiendo que mis ideas son las buenas. La libertad es el fin, el camino. Y debe serlo. Religiones, totalitarismos y todos los yugos y flechas de todos los tiempos la han vendido como la panacea, disfrazando su propia maldad intrínseca de eso, de libertad, engañándo a todo el que quiso creer.
La libertad es lo que nos hace humanos. Las personas nos distinguimos de los animales en la concienda de nosotros mismos. En el conocimiento de la futilidad de nuestra existencia. Los seres humanos tenemos conocimiento de quien somos. Y quienes son los demás. Esa es la raiz, de nuestra esencia. La libertad no es más que poder manejar nuestro propio ser de acuerdo a nuestro propio conocimiento.
Tomamos conciencia. Tomamos posesión. Somos libres y poseemos. Nuestro cuerpo al nacer, nuestros recuerdos al vivir. La propiedad también es parte inexcusable de nuestra esencia. Por eso no somos mandriles. Porque poseemos. Y no mucho más. Las personas no somos mucho más. Esto es ligeramente el 2% de nuestro ADN. El resto, sí, gorila, chimpancé. Pero libertad, propiedad, concienda, son el azar que nos hace distintos.
No son los derechos, inventados todos, menos uno. No es la complicadísima forma de organizarnos que hemos creado. No son las tradiciones. Ni los comportamientos sociales. Todo eso es animal. Las personas somos personas por que nos sabemos finitos. Libres para aprovechar el tiempo que tenemos y para poseer nuestros recuerdos, sean estos nostalgicos o en forma de apropiación debida.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Los mismos perros
Ultimamente tengo esto un poco descuidado, pero parece que mis visceras aún no se han cansado de retorcerse así que os dejo mi último artículo en ellibrepensador.com a la espera de que vayan cayendo algunos más, tanto allí como en este mi blog:
Cada vez resulta más complicado poder distinguir entre unos y otros, quizá hacerlo sólo sea posible leyendo la prensa acólita, que sigue, a veces, dando palos al contrario y loas al propio, aunque cada vez menos. Bastante tienen en El País con sus EREs y veneres, y comienza a ser frecuente que le zumben a Mariano desde la derecha, la moderada y la radical....
Cada vez resulta más complicado poder distinguir entre unos y otros, quizá hacerlo sólo sea posible leyendo la prensa acólita, que sigue, a veces, dando palos al contrario y loas al propio, aunque cada vez menos. Bastante tienen en El País con sus EREs y veneres, y comienza a ser frecuente que le zumben a Mariano desde la derecha, la moderada y la radical....
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